Por John Bytheway, publicado originalmente en la revista New Era en marzo de 1992.
CR/GG

No podría venir a llevarme, pero yo podía bajar hacia él. Y ése era el peligro.

Nunca estuve envuelto en ninguna pelea en la secundaria. Estoy agradecido de no estarlo. No soy muy grande, y no encuentro una gran felicidad en las cortaduras y moretones.
Pero una vez me vi envuelto en una pelea caminando a casa del colegio, que duró algunas semanas. Mi oponente tenía sólo 28 cm de altura, pero esta fue una de las más difíciles batallas que alguna vez haya luchado. Esta batalla fue con una revista.

Mi colegio se podía ver desde nuestro pórtico delantero, así que caminaba a clases cada día. Una tarde, al cruzar la delgada cinta de césped que dividía la vereda del camino, noté una revista abierta en la cuneta. No pude reconocer lo que era al principio; luego me di cuenta de que era pornográfico. Levanté rápidamente mis ojos del desagüe y seguí caminando a casa.

Así es como comenzó la batalla. Cada día al ir al colegio y cada día al volver a casa, tenía que enfrentar la tentación que descansaba en el desagüe.

Al pensar en eso ahora, me pregunto por qué  no recogí la revista y la boté lejos. Pero sé que no quería siquiera tocarla ¿Qué pasaba si alguien me veía con ella? o ¿Qué pasaría si mi papá la viera en nuestro basurero? o ¿Qué tal si la tomaba y veía más de lo que quería ver?

Cada día surgían en mi mente algunos razonamientos muy buenos: «Podría ser bueno para ti saber lo que hay allí, para saber lo que pasa en el mundo de hoy», o «No quieres ser un muchacho protegido e ingenuo, ¿no? ¿Qué daño te va a hacer, de todos modos? Sólo arrepiéntete después. ¿Quién va a saberlo?»

Un día en seminario, nuestro maestro hizo notar que Jesús respondió a cada una de sus tentaciones con una escritura. Eso  sonaba a una buena idea.

Examinando la Topical Guide (Guía de Tópicos en las escrituras en inglés), encontré una escritura acerca de luchar contra la tentación: «sino que os humilléis ante el Señor, e invoquéis su santo nombre, y veléis y oréis incesantemente, para que no seáis tentados más de lo que podáis resistir» (Alma 13:28).

Esta fue una fórmula que podía usar: Humíllate, y vela, y ora continuamente. Crucé la calle en un lugar diferente ahora; y esas dos escrituras me ayudaron al pasar los días con la revista aún en el desagüe.

Una tarde, al bajar por la cuneta, noté que la revista ya no estaba. Me di cuenta por la apariencia de los desagües que un barrendero había pasado recientemente por ahí. un barrendero -qué apropiado, pensé.

Dios hizo un camino para escapar, y juntos, ganamos la batalla. Curiosidad, racionalización, y pereza no pueden competir contra el coraje, autodominio, y fortaleza mental.
La victoria en las batallas físicas requiere fuerza, músculos y habilidad; pero la batalla nunca es tan dura y la victoria nunca tan dulce como en las batallas sobre uno mismo. No, nunca me metí en peleas en el colegio; pero con alguna ayuda de las escrituras, vencí una revista de 28 cm.