«Cuando oramos por la mañana y por la noche en forma constante, estudiamos las Escrituras diariamente, tenemos la noche de hogar todas las semanas y asistimos al templo regularmente, estamos respondiendo activamente a Su invitación de “venid a Mí”.

El siguiente fue el último discurso que dio el élder Richard G. Scott (1928-2015) a una audiencia mundial, durante la sesión del domingo por la tarde de la Conferencia General de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, el domingo 5 de octubre de 2014, hace casi un año. Debido a su estado de salud, el élder Scott no pudo asistir a la conferencia de abril de 2016.

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El élder Scott solía pregrabar sus discurso en español, de modo que los miembros de la Iglesia latinos pudieron escuchar las palabras del apóstol con su propia voz, durante transmisiones de las conferencias generales. Será recordado por su voz profunda y particular manera de discursar, siempre dirigiéndose de tal modo que daba la impresión de que sus palabras iban dirigidas directamente al auditor en particular. Expresiones como «te exhorto a…», «tú conoces el camino…», «el Señor desea ayudarte…» eran comunes de escuchar cuando él se paraba frente al púlpito del Centro de Conferencias e la Iglesia o en cualquier otro lugar del mundo. A menudo hablaba sobre los recuerdos y enseñanzas que le había dejado su esposa Jeanene, quien falleciera en 1995.

Su último discurso, el de a continuación, lo usó para invitar a los miembros de la Iglesia a usar la fe de manera activa a través de las dificultades de la vida, para los cual sugiere las herramientas de la oración, la lectura de las escrituras, la noche de hogar y la asistencia regular al templo.

Haz del ejercicio de tu fe tu mayor prioridad

Por el élder Richard G. Scott
Del Cuórum de los Doce Apóstoles

CUANDO ADÁN Y Eva se encontraban en el Jardín de Edén, tenían en abundancia todo lo que necesitaban para su sustento diario. No tenían dificultades, problemas ni dolor. Como nunca habían pasado por tiempos difíciles, no sabían que podían ser felices; nunca habían sufrido tribulaciones, así que no podían sentir paz.

Con el tiempo, Adán y Eva transgredieron el mandamiento de no comer del fruto del árbol del bien y del mal. Al hacerlo, no estaban más en un estado de inocencia y empezaron a experimentar los principios de la oposición. Enfermaron, se deterioró su salud y comenzaron a sentir tanto tristeza como felicidad.


Al comer del fruto prohibido, Adán y Eva supieron que en el mundo existía el bien y el mal. Su decisión hizo posible que cada uno de nosotros viniera a esta tierra para ser probado. Se nos bendijo con el albedrío, que es la capacidad de tomar decisiones y llegar a ser responsables de ellas. La Caída hizo posible que sintiéramos tanto felicidad como tristeza en la vida. Al sufrir tribulaciones, nos es posible comprender la paz.

Nuestro Padre Celestial sabía que eso sucedería; es parte de Su perfecto plan de felicidad. Él preparó la manera, mediante la vida de Su perfectamente obediente Hijo Jesucristo, nuestro Salvador, para que mediante Su expiación venciéramos cualquier dificultad que tuviéramos en la vida terrenal.

Vivimos en tiempos difíciles. No necesito enumerar todas las fuerzas del mal en el mundo; no es necesario describir todos los posibles problemas y aflicciones que son parte de la vida terrenal. Cada uno de nosotros es consciente de sus propias luchas contra la tentación, el dolor y la tristeza.

En la vida premortal se nos enseñó que el propósito de venir aquí era para ser probados y tener oportunidad de crecer. Sabíamos que afrontaríamos las maldades del adversario. A veces percibimos más las cosas negativas de la vida terrenal que las positivas. El profeta Lehi enseñó: “porque es preciso que haya una oposición en todas las cosas”. A pesar de todos los problemas que tengamos, debemos dedicar tiempo a ejercer activamente nuestra fe. Ello traerá a nuestra vida el poder positivo y lleno de fe de la expiación de Jesucristo.

Nuestro Padre Celestial nos ha dado las herramientas para ayudarnos a venir a Cristo y ejercer fe en Su expiación. Cuando esas herramientas se convierten en costumbres básicas, proporcionan la manera más fácil de encontrar paz en medio de las dificultades de la vida terrenal. Hoy quisiera analizar cuatro de esas herramientas. Mientras hablo, podrías evaluar la manera en que usas cada una de ellas; después, busca la guía del Señor para determinar cómo podrías utilizarlas mejor.

La oración

La primera herramienta es la oración. Habla seguido con tu Padre Celestial; dedica tiempo cada día para compartir con Él tus pensamientos y tus sentimientos; dile todo lo que te preocupa. Él se interesa tanto por los aspectos más importantes como por los más cotidianos de la vida. Comparte con Él todos tus sentimientos y experiencias.

Debido a que respeta tu albedrío, el Padre Celestial nunca te forzará a que ores; pero, al ejercer ese albedrío e incluirlo en cada aspecto de tu vida diaria, tu corazón comenzará a llenarse con una paz optimista. Esa paz traerá una luz eterna a tus tribulaciones y te ayudará a resolverlas desde una perspectiva eterna.

Padres, ayuden a proteger a sus hijos armándolos con el poder de la oración familiar por la mañana y por la noche. Los niños son bombardeados cada día con los males de la lujuria, la codicia, el orgullo y una gran cantidad de otros comportamientos pecaminosos. Protejan a sus hijos de la influencia mundana al fortalecerlos con las poderosas bendiciones que se reciben de la oración familiar. Ésa debe ser una prioridad no negociable en tu vida diaria.

El estudio de las Escrituras

La segunda herramienta es estudiar la palabra de Dios en las Escrituras y la que proviene de los profetas vivientes. Hablamos con Dios mediante la oración y, la mayoría de las veces, Él se comunica con nosotros mediante Su palabra escrita. Para saber cómo suena la voz Divina y sentirla, lee Sus palabras, estudia las Escrituras y medítalas. Haz que sean una parte integral de tu vida diaria. Si deseas que tus hijos reconozcan, comprendan y obedezcan los susurros del Espíritu, debes estudiar las Escrituras con ellos.

No cedas ante la mentira de Satanás de que no tienes tiempo de estudiar las Escrituras. Elije un momento para estudiarlas. Deleitarse en la palabra de Dios cada día es más importante que dormir, que los estudios, el trabajo, la televisión, los videojuegos y las redes sociales. Quizás tengas que reordenar tus prioridades con el fin de tener tiempo para estudiar la palabra de Dios. Si es así, ¡hazlo!

Hay muchas promesas proféticas de bendiciones relacionadas con el estudio diario de las Escrituras.

Añado mi voz a esa promesa: Si dedicas tiempo todos los días, en forma personal y con tu familia, al estudio de la palabra de Dios, la paz prevalecerá en tu vida. Esa paz no vendrá del mundo exterior. La paz vendrá de tu hogar, de tu familia, de tu propio corazón. Será un don del Espíritu que irradiará de ti e influirá en la gente que te rodea. Estarás haciendo algo muy significativo para aumentar la paz en el mundo.

No digo que dejarás de tener problemas. Recuerda que cuando Adán y Eva se encontraban en el huerto, no tenían problemas, pero tampoco podían sentir felicidad, ni gozo ni paz. Los problemas son una parte importante de la vida terrenal. Mediante el estudio constante y diario de las Escrituras, encontrarás paz a pesar de la confusión que te rodee y la fuerza necesaria para resistir las tentaciones. Lograrás tener una fe firme en la gracia de Dios y sabrás que mediante la Expiación de Jesucristo todo resultará bien, en el debido tiempo de Dios.

La noche de hogar

Al empeñarte por fortalecer a tu familia y cultivar la paz, recuerda la tercera herramienta: la noche de hogar semanal. Ten cuidado de no hacer que la noche de hogar sea una ocurrencia tardía de un día ocupado. Toma la decisión de que los lunes por la tarde tu familia estará en casa, toda junta. No permitas que las exigencias del trabajo, el deporte, las actividades extracurriculares, los deberes de la escuela ni ninguna otra cosa, sean más importantes que ese tiempo que pasan juntos como familia.

La forma de llevar a cabo la noche de hogar no es tan importante como el tiempo invertido. El Evangelio debe enseñarse tanto formal como informalmente. Haz que sea una experiencia significativa para cada miembro de la familia. La noche de hogar es un tiempo preciado para dar testimonio en un ambiente seguro; para aprender a enseñar, planificar y organizar; para fortalecer los lazos familiares; para establecer tradiciones; para hablar los unos con los otros y, lo más importante: ¡divertirse!

En la pasada conferencia general de abril, la hermana Linda S. Reeves declaró firmemente: “…debo testificar de las bendiciones que se reciben mediante el estudio de las Escrituras y la oración diarios, y… la noche de hogar cada semana. Éstas son las prácticas que ayudan a quitar el estrés, dan dirección a nuestra vida y añadirán protección a nuestro hogar”. La hermana Reeves es una mujer muy sabia. Te insto enfáticamente a que adquieras tu propio testimonio de esos tres hábitos cruciales.

La asistencia al templo

La cuarta herramienta es ir al templo. Todos sabemos que no hay un lugar de más paz sobre la tierra que los templos de Dios. Si no tienes una recomendación para el templo, esfuérzate por merecer una y, cuando la tengas, utilízala a menudo. Establece un tiempo para ir regularmente al templo y no permitas que nadie ni nada te impida estar ahí.

Cuando estés en el templo, escucha las palabras de las ordenanzas, ora y medita acerca de ellas y procura comprender su significado. El templo es uno de los mejores lugares para llegar a comprender el poder de la expiación de Jesucristo. Búscalo ahí. Recuerda que se reciben muchas más bendiciones al llevar al templo los nombre de tus propios familiares.

Estas cuatro herramientas son costumbres básicas para afirmar tu vida en el poder de la expiación de Jesucristo. Recuerda que nuestro Salvador ese el Príncipe de Paz. La paz en esta vida terrenal proviene de Su sacrificio expiatorio. Cuando oramos por la mañana y por la noche en forma constante, estudiamos las Escrituras diariamente, tenemos la noche de hogar todas las semanas y asistimos al templo regularmente, estamos respondiendo activamente a Su invitación de “venid a Mí”. Cuanto más desarrollamos esos hábitos, más ansioso estará Satanás por hacernos daño, pero menor será su capacidad de hacerlo. Mediante el uso de esas herramientas, ejercemos nuestro albedrío de aceptar los dones completos de Su sacrificio expiatorio.

No sugiero que todos los problemas de la vida van a desaparecer si lo haces. Venimos a esta vida terrenal precisamente para progresar por medio de las dificultades y las pruebas. Los problemas nos ayudan a llegar a ser más como nuestro Padre Celestial y la expiación de Jesucristo hace posible que los soportemos. Testifico que al venir a Él activamente, podemos soportar toda tentación, todo dolor, toda dificultad que afrontemos; en el nombre de Jesucristo. Amén.