“Nos comenzaron a doler los pies y se nos hirieron, sangraron al punto de que podíamos ver las huellas enteras de nuestros pies con sangre en el suelo. Paramos y pedimos a Dios que sanara nuestros pies. Nuestras oraciones fueron contestadas y nuestros pies fueron sanados de inmediato.”

El siguiente artículo fue escrito por el presidente David L. Cook, de la Misión Chile Santiago Sur, en “El Mensajero” el 10 de junio de 2015. Publicado con su permiso.

UNA DE LAS cosas que más nos gusta de la cultura de los santos de los últimos días es la historia y el legado del sacrificio de santos desconocidos. Queremos compartir con ustedes la historia de una de nuestras heroínas, Jane Manning James.

Miles de nuevos conversos llegaron a Nauvoo con entusiasmo y anticipación a comienzos de la década de 1840, pero probablemente ninguno llegó con más urgencia que el agotado grupo de nueve santos negros que entraron a la ciudad a fines de 1843. Estos eran dirigidos por una mujer negra y libre, Jane Elizabeth Manning, y habían caminado casi 1.300 kilómetros.

Al llegar a Nauvoo, Jane y sus seguidores fueron invitados a la casa de José y Emma Smith. El Profeta les recibió con mucho gusto y puso varias sillas más en la sala para acomodar a los nuevos invitados. José Smith se sentó al lado de Jane. Nadie llegó a Nauvoo sin un espíritu de aventura y, es más, solo el acto de unirse a la Iglesia exigía coraje, pero la historia que Jane relató al Profeta sobre su vida, su conversión, su perseverancia enfrente de prejuicio y desafío fue único y una fuente de inspiración.

1.300 kilómetros a pie

Jane Elizabeth nació en Connecticut a fines de la década del 1810. Cuando era una jovencita vivía como sirvienta en la casa de un granjero rico, pero no como una esclava. Su observancia a los principios cristianos le preparó para el mensaje de dos misioneros mormones que habían viajado al área donde ella vivía. Mientras los santos se preparaban para emigrar a Nauvoo, Jane y ocho miembros de su familia se unieron al grupo más grande. En octubre de 1843, los nuevos mormones viajaron juntos desde Wilton, Connecticut hasta Buffalo, Nueva York. Jane registró que en Buffalo su familia fue apartada del grupo principal porque autoridades de los barcos se rehusaron a que abordaran por motivo de su raza.

Jane y su pequeño grupo empezó el viaje de 1.300 kilómetros a pie. Jane relató: “Caminamos hasta que nuestros zapatos se gastaron, nos comenzaron a doler los pies y se nos hirieron, sangraron al punto de que podíamos ver las huellas enteras de nuestros pies con sangre en el suelo. Paramos y, unidos en oración al Señor, pedimos a Dios, el Padre Eterno, que sanara nuestros pies. Nuestras oraciones fueron contestadas y nuestros pies fueron sanados de inmediato.”

Illinois compartía sus límites con dos estados esclavistas y, por esta razón, muchas veces se pensaba que los negros libres eran esclavos que se había escapado por lo que eran arrestados. Con miedo ante la amenaza de ser encarcelados, Jane y su grupo viajaron cuidadosamente evitando los caminos. En una ocasión, cruzaron un río de tal profundidad que la fría agua les llegó hasta el cuellos.

Mojados, entumidos, hambrientos y con miedo, el grupo continuó su camino. A veces encontraban refugio en cabañas abandonadas y otras veces tenían que dormir en el aire libre aunque estuviera nevando. Jane recordó de la fe que les sostuvo diciendo que «seguíamos nuestro camino regocijándonos, cantando himnos y agradeciendo a Dios por su infinita bondad y misericordia hacia nosotros al bendecirnos, protegernos y sanar nuestros pies.” En otra ocasión, oraron por un bebé del grupo que estaba enfermo y fue sanado. Para ellos fue una experiencia emocionante que renovó su esperanza al llegar a Nauvoo.

Cuando Jane concluyó su relato, José dijo: “Que Dios te bendiga. Estás entre amigos, ahora estarás protegida”. En pocas semanas la mayoría del grupo encontró lugares donde vivir pero Jane se quedó con los Smith. Cuando José Smith hacía su campaña para ser Presidente de los Estados Unidos en 1844, Jane debe haberse sentido orgullosa por el hecho de que José quisiera abolir la esclavitud, una posición de política que no era muy popular en aquel tiempo. Tuvieron que pasar 19 años más para que Abraham Lincoln firmara la Proclamación de Emancipación y otro 119 años más para que se les concediera el pleno derecho a voto.

Desafíos económicos y familiares

Después de que los santos dejaron Nauvoo en su viaje hacia el oeste en 1846, Jane dio a luz a un hijo en Winter Quarters. Jane, su esposo, Isaac James, y su hijo, Sylvester, llegaron al Valle del Lago Salado en septiembre de 1847. Durante los primeros años, la familia James se las arregló cuando aún no existían los medios para satisfacer las necesidades de la vida. Más tarde Jane comentó: “Oh como sufrí de frío y hambre y, lo más difícil de todo, era escuchar a mis hijos llorar pidiendo pan cuando no tenía nada para darles”. Seis hijos más nacieron entre los años 1848 y 1860, pero recibió otro golpe cuando su esposo, Isaac, dejó la familia en 1869. Varias años después, Isaac volvió al Lago Salado y reestableció su relación con Jane y la Iglesia. Cuando él falleció, su funeral se llevó a cabo en la casa de Jane.

Jane Manning se mantuvo fiel a través de todas sus tribulaciones. Ya en sus últimos años de vida, las autoridades de la Iglesia reservaban asientos en la primera fila del centro del Tabernáculo para Jane y su hermano. Su fe incondicional le inspiró a pedir respetuosamente la Primera Presidencia el permiso para sellarse con su familia. Jane pudo bautizarse por sus antepasados en el templo pero se le negó el permiso para recibir su investidura y ser sellada en ese momento debido a la restricción del sacerdocio. Eso tampoco debilitó su fe.

Un testimonio inquebrantable

A lo largo de su vida, Jane mantuvo su identidad tanto de mujer negra como de mormona y conservó su sentido de valor personal y dignidad. Las dificultades de su vida nunca cambiaron su abierto compromiso al evangelio. Al fin de su vida, a pesar de estar prácticamente ciega y coja, ella dijo: “Quiero decir aquí mismo que mi fe en el evangelio de Jesucristo, tal como es enseñado por La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, es tan fuerte ahora, no, es si fuera posible más fuerte que el día que me bauticé. Pago mi diezmo y ofrendas, guardo la palabra de sabiduría, me acuesto y me levanto temprano y, en mi debilidad, trato de dejar un buen ejemplo para todos.” Cuando Jane Elizabeth Manning James se murió en 1908, el Presidente Joseph F. Smith discurso en el funeral.

La solitaria imagen de Jane y su grupo caminando 1.300 kilómetros, a veces en la nieve y sin zapatos, debería hacernos sentir pequeños y débiles en comparación de su coraje y fidelidad. Sabemos que los misioneros caminan mucho y a veces en el frío. Pero ¿han caminado desde el amanecer hasta la noche sin zapatos? ¿Por qué lo hicieron ellos? Porque estaban completamente convertidos al Evangelio y comprometidos por la causa de Sión sin importar lo que eso costara o cuan difícil fuera. Que seamos nosotros así comprometidos.

Esperamos que la historia de Jane Manning James les inspirará tanto como nos ha inspirado a través de los años. Acuérdense de ella cuando tengan frío, estén cansados y quieran rendirse.