Nuestra bendición patriarcal, en parte, nos muestra el camino que debemos tomar aquí en la tierra para poder volver a la presencia del Padre algún día. Mi bendición me recuerda que estamos aquí en la tierra justamente para ser probados. Además de ofrecerme palabras de consuelo y de guía, me exhorta al estudio diligente de las escrituras y algo que va mano a mano con esta labor: “te amonesto además a ser receptivo a los mensajes del profeta actual y aquellos que sirven bajo su dirección, ya que en sus consejos encontrarás mucha sabiduría para guiar tus pies a través de tu vida mortal”.

Es sobre esta última exhortación que quisiera escribir. Me uní a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días hace casi medio siglo, a la edad de diecinueve. Fue la decisión más importante de mi vida. Me ha traído gozo y paz.

El mundo ha cambiado muchísimo desde ese entonces y vivimos en una época mucho más peligrosa intelectualmente, en el sentido que las palabras de Isaías han cobrado aún más importancia: “¡Ay de los que a lo malo llaman bueno, y a lo bueno, malo; que hacen de la luz tinieblas y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo! ¡Ay de los sabios ante sus propios ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos!” (Isaías 5:20–21).

En el pasado no tuve que pensar mucho sobre la segunda exhortación, sobre el valor de seguir al profeta. Era obvio. Estamos viviendo en un momento en que tenemos que transitar por situaciones menos obvias. Es una fórmula errada estudiar las palabras de nuestros líderes para ver cómo ellos están de acuerdo con nuestras perspectivas.  

El Espíritu Santo puede ser nuestra guía constante. Sin embargo, el Espíritu trabaja en tal forma que nos permite nuestro albedrío moral. Y también he notado esto mismo tanto en los profetas actuales como en los líderes locales. El profeta José Smith explicó: “Les enseño principios correctos y ellos se gobiernan a sí mismos”. Estas palabras son el timón de nuestros líderes. Nos enseñan, pero sin compulsión.   

Cuando se pronuncian, lo hacen en forma clara para aquellos que tengan oídos para oír (Mateo 11:15). Este dicho Bíblico tiene varios significados, pero en cuanto a nuestra conversación, ciertamente es posible taparnos los oídos para no oír aquellas cosas que no queremos oír. O buscar algún motivo o excusa para desechar ciertas enseñanzas del profeta actual y aquellos que sirven bajo su dirección. Al igual que el Espíritu, estos siervos del Señor nos invitarán, pero sin coerción.

Entonces, debemos preguntarnos constantemente, ¿cuáles son las enseñanzas del profeta y aquellos que sirven bajo su dirección? ¿Qué ajustes debo hacer en cuanto a mis propias opiniones para que mi criterio cuadre con el del profeta y los líderes de la Iglesia de Jesucristo?

Para mí, este ha sido un ejercicio importante y constante. Mi política y filosofía, entonces, es la de tratar de hacer los ajustes necesarios en mi forma de ver las cosas para que cuadren con los del profeta actual y aquellos que sirven bajo su dirección. En cuanto a mis opiniones, procuro no desviarme un milímetro a la derecha ni a la izquierda de lo que ellos enseñan. Esta filosofía de vida me ha traído muchísima tranquilidad.

Foto: newsroom.churchofjesuschrist.org