Aunque los santos de los últimos días sabemos que Jesucristo no ha nacido en Navidad (lo más probable es que haya nacido en la época de la Pascua), también sabemos que esta es una época del año en que el mundo recuerda a Cristo, y nosotros (que no somos del mundo, pero estamos en él) debemos aprovechar esa temporada para hablar de nuestro Salvador al mundo.

Una de las formas más interesantes de testificar de Cristo es por medio de la música y en el período navideño no es diferente.

En nuestro himnario actual, tenemos 12 himnos de Navidad. En el himnario de los niños, son nueve canciones. Esas músicas son en su mayoría cantadas en todo el mundo cristiano, y refuerzan nuestra unidad como devotos del Salvador, felices por Su nacimiento y esperanzados por Su Segunda Venida, aunque seamos de diferentes denominaciones del cristianismo.

En el libro Himnos, tenemos “¡Regocijad! Jesús nació”, cuya melodía fue compuesta por Georg Friedrich Händel, alemán naturalizado inglés de fe cristiana protestante, gran músico de estilo barroco, autor también de “El Mesías”; y el universal “Noche de Luz” de los austriacos, románticos y católicos Josephus Franciscus Mohr (sacerdote católico) y Franz Xaver Gruber. Esa canción fue considerada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2011.

Mientras que “¡Regocijad! Jesús nació” se enfoca en la alegría por la llegada al mundo de su Salvador, “Noche de Luz” trata el acontecimiento con un sentimiento de reverencia y adoración, reflexionando sobre la grandiosidad de la misericordia de la llegada al mundo del mayor Ser del universo, como un pequeño bebé.

Cuando el presidente Thomas S. Monson era un joven obispo, estuvo al frente de un gran proyecto de servicio en su barrio, en que los miembros refaccionaron un departamento para una familia de refugiados. Al final de la actividad, los miembros de su barrio sentían que aquella experiencia sería inolvidable y él les explicó el porqué. Mencionó la tercera estrofa del himno “Oh, pueblecito de Belén”:

¡Cuán silenciosamente, cuán silenciosamente
se otorga el maravilloso regalo!
Así Dios imparte a los corazones humanos
las bendiciones de su cielo.
Ningún oído podrá oír su venida;
pero en este mundo de pecado,
donde las almas mansas lo recibirán, todavía
el amado Cristo entra.

(Traducción directa del inglés).

Al recordar esa experiencia años más tarde, el presidente Monson comentó: “El regalo es Cristo. Él entró en el departamento, y en la vida de todos los que participaron de aquella ocasión” (relato encontrado en la película “En la obra del Señor – La vida de Thomas S. Monson”).

Otro himno que nos trae un mensaje poderoso sobre el papel salvador de Cristo es “Escuchad el son triunfal”. Cuando ese himno nos invita a cantar “¡Salve, Príncipe de Paz!” nos dice por qué debemos hacerlo, porque Él nos trae redención, luz y vida, y agrega:

De Tu trono has bajado y la muerte conquistado
para dar al ser mortal nacimiento celestial.

Cristo vino para traernos la inmortalidad y la vida eterna (véase Moisés 1:39). Por eso, Su nacimiento, evento precursor de su Sacrificio eterno, posee significado también eterno.

Las canciones del libro Canciones para los niños traen buenas narrativas de la historia de la Navidad. Son canciones que nos hablan de María, que cantaba canciones de cuna al Niño Jesús, y de todas las madres que cantan tales canciones a sus hijos contando historias de Cristo.

A pesar de que no siempre lo recordemos, el himno “Mandó a Su Hijo” es un himno de Navidad (véase el índice de Temas, al final del himnario infantil), y nos habla del papel salvador de Cristo, y la verdadera razón por la que Él debe ser recordado (en esta y en todas las épocas del año).

La misión de Cristo en la Tierra se destinó a cumplir el plan de amor del Padre Celestial. Ese plan incluye sacrificio, pero no de nuestra parte. El mismo Cristo se sacrifica por nosotros, y el Padre nos pide que vivamos en armonía con Sus escrituras y Su vida.

Me gusta mucho cómo esas músicas nos hablan de José. El himno “Al irse a Belén José” nos dice que José amó al bebé Jesús y que nuestro Salvador reconoció el amor que recibió y, así como en el himno “El arrullo de María”, dice que José protegía y velaba por el Niño en la noche. En “Canto de Navidad” se describe a José como siendo muy “humilde y fiel”.

Además, hay músicas que no son parte del cancionero oficial de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, pero son cantadas por nuestros coros y congregaciones en todas partes, muchas de las cuales se han publicado en materiales oficiales de la Iglesia, como la revista Liahona.

Una de las más bellas canciones de Navidad que ya escuché es “Betelehemu”, escrita en la lengua nigeriana yoruba por Via Olatunji, con melodía de Wendell Whalum, en la década de 1950, en el Morehouse College (la escuela superior que en 2023 creó un nuevo premio para homenajear al presidente Russell M. Nelson) de Georgia, Estados Unidos.

Según la descripción hecha por el Coro del Tabernáculo, esa canción es “dramática, atractiva y conmovedora” – y yo agregaría «estremecedora». Si aún no la has escuchado, vale la pena ver el mejor coro del planeta cantarla.

Esta es una traducción libre de la letra al castellano:

Belén
Veremos que tenemos un Padre en quien confiar
Veremos que tenemos un Padre en quien confiar
¿Dónde nació Jesús?
¿Dónde nació el?
Belén, la ciudad de las maravillas
Ahí nació el Padre seguro
Alabado sea, alabado sea Él
Te damos gracias, te damos gracias, te damos gracias por este día
Bendito Padre
Alabado, alabado, alabado seas, Padre misericordioso
Padre que nos libró
Belén.

¡Qué bello mensaje! Ojalá siempre escuchemos y cantemos himnos de Navidad y músicas variadas en letra y cultura que nos recuerden hoy y siempre a Cristo, el Niño y Rey Jesús.


Escrito por Renan Silva, con la colaboración de Sofía Gauna.