“Que nunca bajen los brazos, siempre seguir adelante» dice Julieta Olmedo que hoy compite por una medalla en los Juegos Parasuramericanos Santiago 2014.
SANTIAGO, Chile – Hace unos meses conocimos la coronación de Julieta Abate, de Córdoba, Argentina; como reina del Festival Nacional de Peñas. Esta vez la historia es de otra Julieta, también de Córdoba, y también reina, reina del deporte, perseverancia, diligencia, superación y del perdón.
Julieta Olmedos, de 23 años, del Barrio Ituzaingó, Estaca Córdoba Este; es seleccionada argentina de basquetbol en silla de ruedas.
Julieta es la tercera de cuatro hermanos. “Nací en la Iglesia” comienza contando. Cuando ella nació su padre ya era converso y su madre no, pero tiempo después su madre también se unió a la Iglesia. Aclara que tanto ella como sus otros hermanos “fuimos criados dentro del Evangelio”, por lo que participó en las organizaciones Primaria, las Mujeres Jóvenes y ahora pertenece al grupo JAS, habiendo participado también de los programas de la juventud como seminario y ahora instituto.

Julieta agrega que el Evangelio “ha estado siempre presente, en todo momento y me ha ayudado también, a superar muchas cosas”, y ha sido una ayuda importante en momentos cruciales en su vida ya que Julieta no siempre estuvo en silla de ruedas.
Al ser consultada de cómo descubrió su talento deportico, Julieta dice que “en realidad a mí me gusta mucho el deporte. Antes no hacía básquet, hacía mucho futbol, me gustaba mucho el futbol y todo deporte, hacía volley, hacía hándbol, todo deporte. Me gusta mucho el deporte” afirma una y otra vez. Julieta es hincha de River Plate y Belgrano, y cuenta que su sueño era jugar en la Copa Mundial de Futbol con la camiseta albiceleste, pero de un momento a otro el curso de su vida y sus sueños cambiaron.
Hace ocho años atrás, un día corriente, Julieta salió a la calle montada de su bicicleta. “Un impacto de bala” recuerda ella, “una bala perdida, pegó justo en la columna… justo a la altura del lumbar 2”. Es accidente significó un cambio dramático, el tener que movilizarse en una silla de ruedas por el resto de su vida y la imposibilidad de practicar el deporte que más amaba, el futbol.
“Yo, desde el primer día lo superé” dice con convicción, y agrega que la Iglesia “siempre estuvo en mi cabeza”.
En este momento de la conversación la voz de Julieta se quiebra levemente y sus ojos comienzan a humedecerse y trata de continuar compartiendo sus sentimientos con respecto a la Iglesia, “eso me ayudó muchísimo, y me sique ayudando, día a día, a poder superarme y para saber que por algo pasan las cosas. Así que acá estamos, con este logro… que nunca pensé estar aquí”.

Un accidente como éste deja lesiones tanto en el cuerpo como en el espíritu y el corazón, y algunas de estas lesiones solo dependían de Julieta para ser sanada.
Una de esas grandes secuelas del espíritu, posiblemente de por vida, podrían haber sido el rencor y contra la persona que disparó el arma que ocasionó tan graves consecuencias. Julieta comenta que su proceso de recuperación física lo vivió “nunca culpando a nadie, siempre perdonando a esta persona”. Esta actitud ejemplar, permitió que el don celestial del perdón sanara esas heridas espirituales y mantener su mente libre para pensar y enfocarse en sus nuevas metas.
Al reflexionar sobre el tema, Julieta hace notar cómo el Señor le ayudó a cumplir su sueño de una manera distinta. Ahora está en Chile, compitiendo en los Juegos Parasuramericanos, defendiendo los colores de su mismísima bandera.
Y es que el Señor tenía preparado un camino diferente para Julieta, sin que ella lo supiera, tanto es su vida personal como en el deporte.
Algún tiempo después de su accidente, andaba por las calles del centro de su ciudad y una señora se acercó a ella y la invitó a un entrenamiento de básquetbol. “Fui, entrené ese día” comenta sonriente, “y al sábado siguiente estaba jugando un partido ya. Es medio loco pero así fue… y bueno, así es como surgió.”
Aquel primer partido fue hace dos años, y hace un año y medio es parte de la selección nacional. “Soy nuevita en esto” dice, pero para ser nueva ha tenido ascenso bastante rápido.
El año pasado participo en la Copa América en Guatemala, competencia clasificatoria a Mundial de Toronto, cupo que en esa ocasión no pudieron ganar. En octubre de este año volverá a

Guatemala a competir por un cupo para participar en los Parapan que también se realizarán en Toronto. “Ahí también vamos a tener que meter mucha fuerza y entrenamiento duro con todas mis compañeras”.
Por ahora está acá en Santiago jugando en los Parasuramericanos, y a Julieta y sus compañeras les ha ido bien y son candidatas para estar en el podio, mientras ahora compiten seriamente por las preseas doradas.
Julieta es un ejemplo de coraje y esfuerzo, convirtiendo lo que para todos sería una tragedia, en una oportunidad de surgir, de bendecir a otros y de representar a su patria, y lo ha convertido en una bendición. Julieta dice que “día a día voy a aprendiendo, mi testimonio va creciendo, por cada cosita que hago, cada cosa que pasa en la calle, lo que hago en la Iglesia, eso me fortalece muchísimo para seguir adelante.”
Julieta es un testimonio andante del Evangelio y el deporte, al pedírsele que entregar un mensaje esto fue lo que dijo con su voz entre cortada: “Que nunca bajen los brazos, a pesar de cualquier prueba que estemos pasando, siempre seguir adelante y saber que siempre Nuestro Padre estará al lado nuestro, guiándonos siempre en el camino correcto, y que esto es el deporte y es vida, tanto para una persona que está en silla de ruedas como para una persona convencional que camina, ya que es algo que nos libera totalmente del mundo. Que todo se puede y que todo se logra y que se supera, y si no se supera, tratar de sobre llevarlas. Ese es mi mensaje.”
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Yamil Inostroza
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