(NOTA DEL EDITOR: El siguiente artículo es una abundante y profunda entrevista a Thomas E. (Ted) Lyon, destacado miembro de la Iglesia que ha servido como Presidente de Misión Chile Osorno, Presidente del CCM en Chile y Presidente del Templo de Santiago de Chile. Además de estos diversos llamamientos que lo han vinculado con Chile el Hermano Lyon ha desarrollado una carrera docente, como profesor universitario de literatura en BYU y otras universidades. Por lo abundante y diversa de la entrevista la hemos divido en dos partes. Esperamos que está entrevista no sea la primera y última en su tipo, al contrario, la idea es seguir recopilando la historia, opinión y experiencia entre aquellos que han sido protagonista de la historia de la Iglesia en Chile.)

1.- Con la experiencia adquirida como Presidente de Misión Osorno, Presidente de CCM y Presidente del Templo de Santiago, y su relación con Chile ¿Qué es lo que más le ha llamado la atención del desarrollo de la Iglesia en Chile?

Hermano Lyon: En 1966 fui a Chile por primera vez, como estudiante pos-graduado de la Universidad de California, en Los Ángeles (UCLA), con una beca Fullbright.  Mi tarea en ese entonces era de hacer investigaciones sobre la “Generación del 38” en Chile y luego escribir mi disertación doctoral. Durante los meses de  septiembre y octubre de 1966 asistía a la rama de Ñuñoa, una rama relativamente nueva pero ya fuerte en cuanto al sacerdocio y mujeres de poder espiritual. Volví a Chile en 1968 y 1972, para seguir con mis investigaciones literarias, y en la Iglesia yo veía un crecimiento seguro y firme en estos años.  No volví al país hasta el año 1990 y por supuesto la maravilla que es la Iglesia en Chile me llamó mucho la atención, porque yo veía tantas estacas y barrios donde antes había sólo ramas y distritos.

En el año 1996 el Presidente Gordon B. Hinckley nos llamó a servir como presidente de la misión en Osorno.  Mi esposa jamás había conocido a Chile (aunque habíamos vivido por cortos períodos en España, México y Guatemala) y ella ansiaba llegar a ese país que yo quería tanto.  Los tres años de Osorno (1996-1999) era una período inolvidable pero también un período de “abrirme los ojos a cierta realidad” que no habíamos esperado.  Había muchas capillas en el sur de Chile, y muchos miembros bautizados, pero pocos fieles y constantes.  El Barrio Centro de Osorno tenía una grande y hermosa capilla, pero en el día domingo sólo 30 o 35 personas “llenaban” la capilla.  Los líderes eran muy pocos y, de regla general, no muy bien preparados para dirigir.  En el año 1997 presenciamos y participamos en la creación de la estaca número cien en Chile (Puerto Varas), un verdadero evento, un gran evento, celebrado en Lago Salado y hasta el Church News pregonaba los éxitos y el crecimiento de la Iglesia en Chile. Pero detrás de esos números crecidos, mi esposa y yo nos dimos cuenta de que la Iglesia tenía números (de miembros), capillas (muchas veces medio vacías), y demasiado pocos líderes para guiar y apacentar a los miembros, en especial a los jóvenes. Se había desarrollado el exterior (capillas, estacas), pero el interior (el corazón, el espíritu, el testimonio, los convenios, la firmeza del cometido) no estaba tan fuerte.   No quiero criticar a los buenos miembros activos porque son tan buenos como en cualquier parte del mundo; el problema es que había números en los registros pero muy pocos en la capilla, en el templo, en el corazón.

Yo he llevado, desde 1996, la estadística de la Iglesia de Jesucristo en Chile, utilizando unos “indicadores” que usa el Quorum de Los Doce, números como el porcentaje de miembros en la reunión sacramental, número de recomendaciones al templo activos, número de pagadores de diezmos, etc.  Esta información es muy confidencial y no la puedo compartir aquí, pero basta decir que en los últimos 18 años estos indicadores casi no se han movido, es decir, no han subido durante un período en que hemos bautizado a más de 200,000 personas (en el país).  Un solo ejemplo.  En 1996 el promedio de asistencia a la reunión sacramental en el país era 52,000; en 2011 era más o menos 51,000.   Entonces este indicador nos dice que la Iglesia tiene bautismos pero pocos conversos. Y no echo la culpa a los misioneros porque muchos de los bautismos de 2001, digamos, están muy activos en 2014.  Entonces el concepto de que la Iglesia progresa muy bien y muy rápida en Chile es más bien una ilusión que una realidad.

Para contestar a la pregunta directamente, el desarrollo de la Iglesia en Chile no se ve en las estadísticas. Hace falta que el “mormonismo” entre de lleno en el corazón, entre profundamente al alma de todos los bautizados.  Yo observado que el chileno está muy abierto al espíritu, muy sensible a las enseñanzas de los misioneros, muy interesado en Jesucristo (y por esa razón hay tantos bautismos), pero le cuesta mucho hacer un compromiso de toda la vida (en realidad, de toda la eternidad).  El compromiso eterno es lo que falta en los muchos de los que se han bautizado pero después de un año, o diez, se cansan y se apartan de la Iglesia.  Siento que no puedo ser más positivo al tratar de contestar esta pregunta pero la información y la experiencia me dicen otra cosa.

2.- ¿Cómo definiría usted a los mormones chilenos?
 
Hermano Lyon: Imposible definir a (todos) los mormones porque “cada cabeza es un mundo”.  Es decir, entre los 560,000 mormones en las listas de la Iglesia, hay muchísima diversidad. Los mormones activos son tan fieles, tan buenos, tan serios, tan amorosos como los mormones activos en Colombia, en España, en Rusia, en Utah. Los (muchos) no comprometidos son tan flojos, tan inseguros, tan tristes como en cualquier parte del mundo.  Yo prefiero la palabra  “participante” para referirme a los mormones activos y comprometidos. A ellos los he visto en el templo, en sus reuniones sacramentales, en sus noches de hogar, viviendo el evangelio en su propia casa, y visitando las casas de otros miembros y amigos de la Iglesia. A ese grupo lo definiría como fielmente comprometido y amorosamente participante.
3.- ¿Cuál cree usted que son los principales desafíos de la Iglesia en Chile y sus miembros?
  
Hermano Lyon: También, son muchos (igual que en cualquier parte)
  1. La necesidad de hacer un compromiso de toda la vida

  2. La fe suficiente para pagar los diezmos y otras contribuciones

  3. La falta de líderes (varones) para poder “crecer la Iglesia”, es decir para que la Iglesia pueda seguir aumentando el número de miembros, de barrios, de estacas.

  4. La envidia que existe entre muchos miembros

  5. El complejo de inferioridad de muchos miembros, ante el público chileno, ante el mundo

  6. Los recursos limitados – falta de dinero, falta de tiempo para servir

  7. Más

4.- Si tuviera que recordar una experiencia o recuerdo en particular de su paso por Chile ¿Cuál sería?
 
Hermano Lyon: Mi esposa y yo hemos pasado ocho años en Chile, en tres llamamientos hermosos.  Es imposible pensar de una sola actividad que resuma toda.  Tal vez la que más me ha impactado la vida es el privilegio de ser “intérprete”(traductor) para el profeta (Gordon B. Hinckley) en noviembre de 1996. Pero hay otras experiencias hermosas, en las casas de nuestros ex misioneros, con sus esposas y esposos, y sus hijos.  Por el hecho de que tuvimos el privilegio de volver varias veces a Chile era posible participar en la vida de muchos de los casi 240 misioneros chilenos que servían con nosotros en Osorno.  No los nombro aquí por supuesto, pero hemos pasado tiempos hermosos e inolvidables (y muy buena comida) en las casas de nuestros misioneros. Sí, estos son los recuerdos más hermosos.
5.- Si tuviera la oportunidad de hablarle a los jóvenes mormones chilenos ¿Qué les diría?
 
Hermano Lyon: Les diría, y les digo, que se preparen, en los estudios universitarios y en los estudios de evangelio, para un futuro de servicio. Este servicio no es sólo en la misión sino en toda la vida.  La Iglesia necesita más abogados, más médicos, más mujeres y hombres de negocio, más profesores de todos niveles, hasta catedráticos en las universidades de Chile, más madres fieles y contentas en su tarea de ser madres cumplidas, más, mucho más personas que trabajen en el gobierno nacional, más miembros metidos en el servicio público, más personas que “piensen en grande,” es decir, más miembros jóvenes que hacen grandes planes para servir en las actividades más importantes del país. Más educación en las mejores universidades.  Estudiar y dominar el inglés. En realidad me duele decir  que esto (el inglés) sea una necesidad pero es así en este mundo en el siglo XXI. Y, por supuesto, cada joven, dama y caballero, debería prepararse y servir una misión. Es lo mejor que uno puede hacer para asegurar el éxito en la vida.
 
Latinoamérica:
 
6.- ¿Cómo cree usted que se ha desarrollado la obra misional en América Latina?
 
Hermano Lyon: Bueno, los primeros misioneros al mundo hispano entraron a México en la década de 1870.  Tuvieron algo de éxito, no en las ciudades grandes, sino en los pueblos. En 1925 se dedicó Sudamérica a la obra misional, hecho que ocurrió en un parque en Buenos Aires.  Los primeros misioneros mormones entraron en Chile en 1956; conozco a estos dos “primeros”. Chile ha bautizado mucho más rápido que las otras misiones en Sudamérica, pero como ya sea dicho, existen grandes problemas de “cometido permanente”, “compromiso eterno” y retención de por toda la vida. La obra misional seguirá creciendo en Chile, ya que es el único país, en toda Latinoamérica que no ha puesto alguna vez, límites en el número de visas para extranjeros. Chile es un país abiertamente libre y a la vez religiosa – por esta razón la Iglesia tendrá muchos bautismos.
7.- ¿Cuáles son principales desafíos que usted identifica en la Iglesia en Latinoamérica?
 
Hermano Lyon: Lo de siempre. Falta de líderes, falta de miembros que pagan un diezmo íntegro, falta de tradición de que todos los jóvenes (y muchos adultos) a servir una misión, la pobreza que limita a muchos a servir como quisieran, poco sacerdocio, y mucho más.

8.- ¿Qué es lo que más rescata del desarrollo de la Iglesia y sus miembros en América Latina?

Hermano Lyon: En Chile hemos conocido a miembros tan fieles, tan buenos, miembros que sacrifican tanto, miembros que se dedican a vivir como Cristo quiere. Miembros hermosos y fieles.  Pero, para ser justo, tengo que decir que en casi todos los otros países de Latinoamérica he conocido la misma clase de fe, de dedicación, de abnegación como en Chile.  Ojalá que yo pudiera decir que los miembros en Chile son mucho más fieles y más dedicados que en cualquier parte del mundo.  Pero no es así – en El Perú, en Bolivia, la Argentina, México, Guatemala, La República Dominicana, y hasta en Cuba, he podido conocer a muchos miembros mormones excepcionales, profundamente dedicados, fieles.  Esto no es para denigrar a Chile, sino decir que en la Iglesia, los verdaderos mormones tenemos mucho en común.