El escenario social, en lo tocante a las familias, cambió drásticamente en Chile desde el año 2004 con la entrada en vigencia de la actual Ley de Matrimonio Civil (LMC). Dentro de los cambios a la institucionalidad del Derecho de Familia, el más relevante y polémico que introdujo la LMC fue el divorcio con disolución de vínculo matrimonial. Como miembros de la Iglesia no hemos quedado indiferentes a este cambio. Es muy probable que conozcamos a un amigo o amiga, o a un familiar que actualmente se encuentre viviendo un proceso de divorcio, o ya se ha divorciado. Tal vez el lector de esta columna de opinión esté tramitando su propio divorcio, o se ha divorciado.

Mi intención no es referirme a la doctrina del divorcio. Para quienes busquen una fuente oficial que se refiera a este tema, les sugiero comenzar su estudio con el discurso “El divorcio”, del Élder Dallin H. Oaks (link: http://www.lds.org/liahona/2007/05/27?lang=spa). Tampoco me abocaré a un estudio estadístico referente a matrimonios miembros de la Iglesia que se han divorciado (aunque, para una aproximación sugiero ver un estudio del Utah Department of Health que adjunto: http://health.utah.gov/vitalrecords/pub_vs/ia10/09to10md_Final_03122012.pdf). Ni siquiera busco como lector a quienes se hayan divorciado. Mi objetivo es dar algunas recomendaciones a quienes somos amigos y familiares de aquellos miembros que estén tramitando un divorcio o ya se hayan divorciado.

 

Primer consejo: no juzguemos. Hay ocasiones en que hacemos tanto énfasis en la doctrina, que olvidamos a las personas. Sin dudarlo la familia es la organización más importante en el Plan de Salvación, es central en nuestro diario vivir, y también podemos afirmar que la expiación de Cristo tiene como objetivo –entre otros- unir a las familias por la eternidad. Pero también es cierto que, en algunos casos, el divorcio es necesario. El Élder Oaks dijo, en el discurso que adjunté más arriba, que “hay muchos buenos miembros de la Iglesia que se han divorciado. (…) Sabemos que muchos de ustedes son víctimas inocentes: miembros cuyos ex cónyuges continuamente faltaron a los convenios sagrados o abandonaron o rehusaron llevar a cabo responsabilidades del matrimonio por largo tiempo. Los miembros que han experimentado este tipo de abuso saben por experiencia propia que hay algo peor que el divorcio. Cuando un matrimonio está muerto y no tiene esperanza de renacer, es necesario tener un medio para darle fin”.

Es por ello que antes de juzgar a un miembro por optar por el divorcio, busquemos comprenderlo. Tal vez no logremos entender cómo se siente nuestro amigo, amiga o familiar. Pero escuchémoslo. Antes de emitir un juicio, tendamos una mano. De por sí un divorcio es doloroso. No agreguemos más dolor con nuestro dedo de escarnio.

Segundo consejo: respetemos el límite de información que nos confíe. Un divorcio puede originarse por diversas causas. Desde el maltrato de un cónyuge hacia el otro o sus hijos, pasando por incumplimiento de responsabilidades, hasta el mutuo acuerdo. La naturaleza confidencial de estos temas hace necesaria la discreción de quienes accedan a ella. Probablemente los cónyuges y el obispo han tratado el tema en la sagrada confidencialidad de una entrevista. Nuestro deber es no romper esta confidencialidad.

Tampoco debemos reabrir heridas emocionales de difícil cicatrización preguntando a los involucrados sobre asuntos que no nos competen. Menos aún involucrarnos en chismes al respecto. En DyC 42:27 el Señor ha dicho “no hablarás mal de tu prójimo, ni le causarás ningún daño”.

Si nuestro amigo, amiga o familiar ha decidido hablar respecto de su divorcio con nosotros, creo que debemos escuchar respetuosamente y guardar las confidencias que se nos encomienden.

Tercer consejo: no presionemos. Uno de los errores sociales en los que más incurrimos es el de presionar conductas. A los misioneros retornados les decimos antes de que desempaquen sus maletas ¿cuándo te casas? A los matrimonios recién casados les decimos ¿cuándo el hijo? A los matrimonios que acaban de tener su primer hijo inquirimos ¿cuándo el segundo? En esta misma tónica, a los miembros recién divorciados, lamentablemente, preguntamos ¿cuándo sales con otra persona,? si es que no le hemos visto en citas. Debemos comprender que cada proceso es diferente para cada persona. Para algunos, en poco tiempo querrán conocer a otra persona, salir en citas y tener nuevas amistades. Para otros, pasará más tiempo antes de comenzar a salir en citas. Respetemos los procesos de nuestros amigos o familiares divorciados.

Cuarto consejo: seamos buenos amigos. Finalmente, creo que debemos recordar que debemos ser buenos amigos. Debemos ser comprensivos. Quizás organizar experiencias espirituales fortalecedoras, como una noche de hogar con más amigos, una visita al Templo, etc. A lo largo de un proceso tan desgastador, física, emocional y espiritualmente, como es un divorcio, son necesarios oasis de espiritualidad. Nosotros podemos brindar estos momentos de paz. Nosotros podemos facilitar el bálsamo en Galaad.

 


Este es un artículo de opinión donde el autor expresa su punto de vista el cual es de su exclusiva responsabilidad y no necesariamente representa la posición de El Faro Mormón o la de alguna otra institución.