Finalmente llegamos al punto glorioso. ¿Cómo se recogerá Israel en cumplimiento a las grandes promesas hechas en Lluvia en su temporada y en otras partes de la Biblia Hebrea? Este es el cuarto y último artículo de esta serie. Pasemos a Ezequiel 37:15, una escritura que es citada a menudo pero que ahora estaremos preparados para comprender más profundamente. “Y vino a mí la palabra de Jehová, diciendo: Y tú, hijo de hombre” (Ezequiel 37:15–16a). Una vez más, el Señor comparte su propio título con Ezequiel. “Toma ahora un palo y escribe en él” (Ezequiel 37:16b).

La profecía por medio de la representación actuada 

A menudo el Señor le pedía a los profetas a que actuaran la palabra profética: por ejemplo, al cocinar con bosta de vaca (Ezequiel 4:12, 15); caminar ‘desnudos’ al usar su ropa interior (en esos tiempos cubría mucho más que la de los tiempos modernos) (ISAÍAS 20:3); y enterrar una faja en el río (Jeremías 13:4). Cada una de estas actuaciones representaba lo que le sobrevendría a Israel.

Ahora se le pide al profeta Ezequiel que tome un palo, o más bien, un trozo de madera o tabla, y que literalmente escriba sobre ésta. La palabra עֵץ traducida como palo en nuestra edición SUD Reina Valera 2009, significa árbol, o en este contexto, más bien, madera (Gesenius, BDB, HALOT] o tabla {Tárgum (?)}.

La Biblia LHI (también la Biblia Geneva 1587) traduce la palabra עֵץ como “[un pedazo de] madera”. En el Tárgum de Ezequiel el significado es aún más claro, “toma una tabla [לוּחָא] y graba sobre ella” {Tárgum Jonathan a los Profetas (?)}.

Esta palabra representa material de escritura, ya sea madera, metal u otra cosa sobre la cual se escribe. Entonces, “Toma ahora un palo y escribe en él: Para Judá, y para los hijos de Israel, sus compañeros” (Ezequiel 37:16b) simboliza ese maravilloso y preciado libro que obtendríamos por medio de Judá, la Santa Biblia.

Se le manda al profeta Ezequiel a llevar estas dos tablas hechas de madera delante de los ojos de la gente —en representación de estos dos libros que vendrían, la Biblia y el Libro de Mormón.

La idea es que la gente alrededor del profeta Ezequiel le preguntaría sobre el significado de su caminar para todos lados con estos dos pedazos de madera, presionados uno contra el otro, en su mano. Esta misma pregunta sería profética en cuanto a lo que la gente indagaría al escucharle a los misioneros en los últimos días cuando preguntaran sobre el Libro de Mormón: “¿Por qué necesitamos dos biblias?”

Tabla de Judá y tabla de Efraín

Por Judá, aquí, se comprende el reino del sur, o las tribus de Judá, Benjamín y la mitad de Leví, llamado Judá por el papel prominente de esa tribu. La expresión “sus compañeros” aclara que no es sólo para Judá sino que además Benjamín y Levi, y eventualmente, para todo Israel.

“Toma después otro palo [עֵץ, o una vez más, tabla en el Tárgum (?), לוּחָא], y escribe en él: Para José, palo de Efraín, y para toda la casa de Israel, sus compañeros” (Ezequiel 37:16c).

Junto a la Biblia tenemos otro libro que sería grabado, uno que procedería de José —o sea Efraín. La expresión “sus compañeros” amplía la importancia de este libro más allá de la tribu literal de Efraín a todas las tribus norteñas de Israel, y eventualmente, a las dos y media tribus del sur, apodadas Judá.

Este segundo libro maravilloso y preciado es el Libro de Mormón. “Júntalos luego el uno con el otro, para que sean uno solo, y serán uno solo en tu mano” (Ezequiel 37:17). Este segundo libro viene con una bendición tan poderosa, que todos los que leen de sus páginas —y le pidan a Dios el Eterno Padre, en el nombre de Cristo, acerca de su veracidad— sabrán que proviene de Dios.

Estos dos libros, la Biblia y el Libro de Mormón, se convertirían en testigos unidos. Sí, estos dos grabados sagrados también serían llevados juntos, en una mano. Cuando me uní a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en la década de 1970, las personas literalmente llevaban estos libros juntos, en una mano.

El tiempo llegará —y ya está aquí— cuando las versiones electrónicas de estos libros sustituirán a las copias físicas. La gente del futuro quizás no comprenderá esta escritura a menos que entiendan el contexto cultural, que en los siglos XIX y XX las personas literalmente llevaban el Libro de Mormón y la Biblia, juntos, en sus manos.

¿Por qué necesitamos dos biblias?

Cuando los misioneros comparten el Libro de Mormón, a menudo se les pregunta: “¿Por qué necesitamos otro libro además de la Biblia?” Reconoceremos tanto la pregunta como la respuesta aquí en Ezequiel. “Y cuando te hablen los hijos de tu pueblo, diciendo: ¿No nos explicarás qué quieres decir con eso?” (Ezequiel 37:18). Lo que realmente están preguntando es, una vez más, “¿Por qué tenemos dos libros?” El Señor responde a través de Ezequiel, esencialmente algo como “Sí, de hecho, dos libros o dos testigos unidos que se apoyan uno al otro; dos libros que no se contradicen entre sí”.

Observe la expresión בְּנֵי עַמְּךָ, los hijos de tu pueblo. Esto se debe a que el Libro de Mormón será llevado a los descendientes literales de Abrahán, Isaac y Jacob —tanto a Efraín como a Judá. ¿Puede sentir el creciente entusiasmo de esta narrativa?

La respuesta esencialmente dice: “Oh, sí, de hecho, me escuchó correctamente. Habrá dos libros: ¡uno escrito por Judá; el otro por Efraín! “Diles: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí, yo tomo el palo de José que está en la mano de Efraín, y a las tribus de Israel, sus compañeros, y los pondré con él, con el palo de Judá, y los haré un solo palo, y serán uno en mi mano (בְּיָדִי)” (Ezekiel 37:19). ¿En qué mano estarán estos dos libros? En las manos del Señor, porque Él los usará como instrumentos para el recogimiento de su pueblo.

Observe que la pregunta sobre estos dos libros se da en el contexto perfecto. Nadie puede decir que se está hablando de otra cosa ya que se habla de los libros, después viene la pregunta y como respuesta se vuelve a hablar de los dos libros. No puede haber confusión.

“Y los palos sobre los que escribas estarán en tu mano delante de sus ojos [לְעֵינֵיהֶם]” (Ezequiel 37:20). En español la palabra “sus” puede interpretarse como (1) relacionada a los ojos de Ezequiel, o (2) el de la gente que vea las tablas en la mano del profeta. En hebreo no cabe duda de que se trata de esta segunda opción, o sea, que la gente verá  las dos tablas en las manos del profeta. En inglés también queda claro, “before their eyes”.

Los eruditos que pertenecen a otras iglesias reconocen que la Biblia puede ser interpretada de múltiples maneras. El Profeta José Smith quería saber cuál de las iglesias tenía la verdad, y concluyó que “los maestros religiosos de las diferentes sectas entendían los mismos pasajes de las Escrituras de un modo tan distinto, que destruían toda esperanza de resolver el problema recurriendo a la Biblia” (JS-Historia 1:12). El Libro de Mormón aclara todo y no deja lugar para confusión.

En medio de un mundo que está atacando la divinidad de nuestro Señor, me encontré con esta cita maravillosa del Profesor de Escrituras Antiguas, Shon D. Hopkin, de la Universidad Brigham Young, “No hay cabida en el Libro de Mormón para ningún debate sobre Su identidad. Él es el Hijo de Dios; Él es el Salvador del mundo”.

El Libro de Mormón: herramienta para recoger a Israel

Ahora llegamos al mensaje triunfal, uno de los mensajes más emocionantes de la Biblia Hebrea. A través de las Sagradas Escrituras el Señor ha prometido que reuniría a Israel en los últimos días y que tornaría sus corazones hacia Jesucristo. Ahora el Santo de Israel nos está diciendo que este recogimiento se llevaría a cabo a través de estos libros.

Estos registros son los medios por los que Israel se recogería de entre todas las naciones. Ambos están repletos de maravillosas promesas a los hijos de Jacob. El propósito mismo del Libro de Mormón, según lo explicado por el antiguo profeta en la página inicial de ese tomo es el de: “convencer al judío y al gentil de que Jesús es el Cristo, el Eterno Dios”.

Ese es también el mismo mensaje de la Biblia aunque se haya transmitido en forma imperfecta. El Profeta José Smith explicó: “Creo en la Biblia tal como se hallaba cuando salió de la pluma de sus escritores originales. Los traductores ignorantes, los escribientes descuidados y los sacerdotes intrigantes y corruptos han cometido muchos errores” (Enseñanzas del Profeta José Smith, ver también DHC, 6:57 ). Estos tres registros (el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento y el Libro de Mormón) —o en la boca de dos o tres testigos (2 Corintios 13:1)— testifican de Cristo y de su divinidad.

El Señor resucitado habló a un remanente de José en el continente americano: “Os acordaréis que os hablé y dije que cuando se cumpliesen las palabras de Isaías —he aquí, están escritas, las tenéis ante vosotros; por lo tanto, escudriñadlas— y en verdad, en verdad os digo que cuando se cumplan, entonces será el cumplimiento del convenio que el Padre ha hecho con su pueblo, oh casa de Israel. Y entonces los restos, que estarán dispersados sobre la faz de la tierra, serán recogidos del este y del oeste, y del sur y del norte; y serán llevados al conocimiento del Señor su Dios, que los ha redimido” (3 Nefi 20:11–13).

Además leemos: “Y me acordaré del convenio que he hecho con mi pueblo [o sea, con Israel en su totalidad, las doce tribus]; y he hecho convenio con ellos de que los recogería en mi propio y debido tiempo, y que otra vez les daría por herencia la tierra de sus padres, que es la tierra de Jerusalén, que para ellos es la tierra prometida para siempre, dice el Padre” (3 Nefi 20:29). La venida del libro de Mormón, destinada a trabajar al unísono con la Biblia, indicaría que el recogimiento de Israel estaba a punto de comenzar.

La Santa Biblia: tabla de Judá

Me emocionan las palabras del Elder M. Russell Ballard: “Amo la Biblia, sus enseñanzas, sus lecciones y su espíritu. Amo los significativos y profundos relatos del Antiguo Testamento, así como a sus grandes profetas que testifican de la venida de Cristo. Me encantan los trayectos y los milagros apostólicos, así como las epístolas de Pablo en el Nuevo Testamento, pero sobre todo, me encantan los relatos de los testigos oculares en cuanto a las palabras, el ejemplo y la Expiación de nuestro Salvador Jesucristo. Amo la perspectiva y la paz que me infunde la lectura de la Biblia. Hermanos y hermanas, estoy seguro de que muchos de ustedes han pasado por la experiencia de oír a alguien decir que ‘los mormones no son cristianos porque tienen su propia Biblia: El Libro de Mormón’. A cualquiera que dé cabida a esta idea errónea, le decimos que creemos en el Señor Jesucristo como nuestro Salvador y el autor de nuestra salvación; y que creemos, reverenciamos y amamos la Santa Biblia. Contamos con Escrituras sagradas adicionales, como el Libro de Mormón, pero éste corrobora la Biblia, y nunca la sustituye. Jesús enseñó que debíamos ‘[escudriñar] las Escrituras; porque… ellas son las que dan testimonio de mí’ (Juan 5:39). Estas palabras brindan entendimiento e inspiración a todo el que sinceramente desee conocer y entender la verdad sobre Jesucristo… Los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días creen que ‘Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil’ (2 Timoteo 3:16). Amamos la Biblia y las demás Escrituras. Esto tal vez sorprenda a quien no sepa de nuestra creencia en la Biblia como la palabra revelada de Dios; éste es uno de los pilares de nuestra fe, un poderoso testimonio del Salvador y de la influencia constante de Cristo en la vida de quienes le adoran y le siguen. Cuanto más leamos y estudiemos la Biblia y sus enseñanzas, más claramente veremos la base doctrinal del evangelio restaurado de Jesucristo… Tenemos la tendencia de amar aquellas Escrituras a las que le dedicamos más tiempo. Tal vez debamos equilibrar nuestro estudio a fin de amar y comprender todas las Escrituras. Especialmente ustedes, jóvenes, no pasen por alto la Biblia ni le resten valor… es el cimiento de todo el cristianismo… El Libro de Mormón testifica de la Biblia y ambos testifican de Cristo… Quienes piensen que una parte es más importante o más verdadera que otra, pasan por alto la belleza y la totalidad del canon de las Escrituras antiguas… Testifico solemnemente que somos creyentes fieles y verídicos en el Señor Jesucristo y en Su palabra revelada por medio de la Santa Biblia. No sólo creemos en la Biblia, sino que nos esforzamos por vivir sus preceptos y enseñar su mensaje. El mensaje de nuestros misioneros es Cristo, Su Evangelio, Su Expiación, y las Escrituras son el texto de ese mensaje”.

Aquí en Ezequiel, el Santo de Israel ata el recogimiento de Israel, el Libro de Mormón y la Santa Biblia. Estos conceptos se unen tan estrechamente como Ezequiel debía llevar las dos tablas de madera en su mano, en representación de estos libros que aparecerían en el futuro.

Recogimiento prometido

“Y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí, yo tomo a los hijos de Israel de entre las naciones [הַגּוֹיִם] a las cuales fueron, y los recogeré de todas partes y los traeré a su propia tierra” (Ezequiel 37:21).

La dispersión y el recogimiento de Israel entre las naciones es lo mismo que se menciona en Lluvia en su temporada: “Y acontecerá que cuando hayan venido sobre ti todas estas cosas, la bendición y la maldición que he puesto delante de ti, y las recuerdes en tu corazón en medio de todas las naciones [הַגּוֹיִם] en las cuales Jehová tu Dios te haya dispersado” (Deuteronomio 30:1).

En Lluvia en su temporada, además leemos, “Entonces Jehová tu Dios te hará volver de tu cautiverio, y tendrá misericordia de ti y volverá a recogerte de entre todos los pueblos [הָעַמִּים] adonde te haya esparcido Jehová tu Dios” (Deuteronomio 30:3). Aquí la Biblia Reina Valera es más exacta que la traducción al inglés del Rey Santiago, que dice todas las naciones en vez de todos los pueblos. Lo interesante, sin importar el vocablo exacto, es que el Señor habla del recogimiento de Israel.

“Y los recogeré de todas partes y los traeré a su propia tierra” (Ezekiel 37:21b). Estas palabras reafirman lo que ya se ha prometido: que el Señor recogerá a Israel de cada rincón de la tierra y los traerá de vuelta a la tierra prometida. Judá tendría un lugar especial en la Tierra Santa o Israel; Efraín y Manasés, los hijos de José, tendrían un lugar especial en Sion, el continente americano y también, en parte, en la Tierra Santa (ver Ezequiel 48). [La palabra Sion tiene muchos significados, dependiendo del contexto, e incluye el continente americano como también Israel.]

Fin de la enemistad entre los hijos de Jacob

La enemistad entre los hijos de Jacob cesará y se volverá a convertir en una nación. “Y haré de ellos una sola nación en la tierra, en los montes de Israel” (Ezequiel 37:22a). En lugar de estar divididos, como lo fueron después de la guerra civil, donde Efraín y Manasés se odiaban, y donde ambos detestaban a Judá y Judá los aborrecía de vuelta, habría una gran unidad entre las tribus. ¿No es este el caso hoy en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días? Hay un gran amor entre Efraín y Manasés y entre estas tribus y Judá. No sólo hay un intenso amor entre todas las tribus, sino también hacia los hijos de Ismael y hacia el mundo entero.

Y el Mesías su Rey

“Y un mismo rey será el rey de todos ellos” (Ezequiel 37:22b). El verdadero Rey de Israel había sido rechazado y Saúl había sido llamado a ser rey. En ese momento Israel tenía un rey humano como todas las naciones circundantes. La guerra civil resultó en dos reinos y en dos reyes, los reyes de Judá en el sur, y los reyes de Efraín en el norte.

Cristo ahora volvería a ser el Rey de Israel y de todas las naciones. “Y nunca más serán dos naciones, ni nunca más estarán divididos en dos reinos” (Ezequiel 37:22c).

El Señor provee de su gracia santificadora

El siguiente versículo habla de la gracia que se derramaría sobre los hijos de Jacob, para que pudieran combatir el pecado y ser limpiados y salvados a través del sacrificio expiatorio del Mesías.

“Y no se contaminarán ya más con sus ídolos, ni con sus abominaciones ni con todas sus transgresiones; y los salvaré de todos los lugares en los cuales han pecado” (Ezequiel 37:23a). A través de la purificación del bautismo y el don inexpresable del Espíritu Santo, el Señor ha bendecido a los hijos de Israel con mucha fuerza. Su gracia es suficiente para todos aquellos que desean ser sus discípulos.

Note aquí la reunión espiritual “De todos los lugares en los cuales han pecado”. Los hijos de Israel se reúnen de todos los rincones bajo los cielos, y además abandonan la idolatría y mejoran sus vidas, invitados a dejar atrás la Babilonia mística y venir a la Sion espiritual, sin importar dónde vivan. Esta invitación incluye a aquellos que han terminado sus vidas mortales y han pasado al otro lado del velo.

Volveremos a ser su pueblo y el Señor nuestro Dios

Y ahora las palabras que todos los que han abrazado el Evangelio de Jesucristo han estado esperando. El Santo de Israel le dice a todos sus discípulos: “Y los purificaré; y serán mi pueblo, y yo seré su Dios” (Ezequiel 37:23b, énfasis añadido, y ver además Ezequiel 36:25–27). Note la purificación bautismal que es necesaria antes de que el don del Espíritu Santo sea impartido, y que el Espíritu pueda convertirse en nuestro compañero constante y podamos sentir que el Señor es verdaderamente nuestro Dios y nosotros seamos su pueblo. ¿No es esto por lo menos una forma en la que se cumple la promesa en la que el Señor camina entre nosotros? Entonces podemos ser purificados por el Santo Espíritu de la Promesa por medio de la justificación, la santificación y la gracia a medida que nos convirtamos en partícipes del convenio Abrahánico. ¿Escucháis esta gloriosa invitación, oh Israel?

Esto se refiere a la elipsis teológica hacia la que hemos estado apuntando a lo largo de esta serie de artículos. La persona que está íntimamente familiarizada con la Biblia Hebrea inmediatamente hará la conexión con las escrituras que hablan de las grandes bendiciones y maldiciones que iban a venir sobre los hijos de Jacob como resultado de su obediencia o desobediencia.

Cristo: el segundo David

“Y mi siervo David será rey sobre ellos, y para todos ellos habrá un solo pastor; y andarán en mis juicios, y guardarán mis estatutos y los pondrán por obra” (Ezequiel 37:24). David, en este caso, representa a nuestro Señor Jesucristo. Cuando leemos de este segundo David, sabemos que no se refiere a ningún hombre ordinario, sino al Mesías. En Jeremías leemos, “En aquellos días y en aquel tiempo haré brotar a David un Renuevo de justicia, y hará juicio y justicia en la tierra” (Jeremías 33:15, también ver el 23:5).

Además, “Sino que servirán a Jehová su Dios y a David, su rey, a quien yo les levantaré” (Jeremías 30:9); “Y levantaré sobre ellas a un pastor, y él las apacentará: mi siervo David; él las apacentará y él será su pastor” (Ezequiel 34:23); “Después volverán (יָשֻׁבוּ) los hijos de Israel y buscarán a Jehová su Dios y a David, su rey; y temerán a Jehová y a su bondad en los últimos días” (Oseas 3:5). Este retornar יָשֻׁבוּ no es sólo uno físico o geográfico sino que espiritual, cuando nos volvemos hacia el Señor.

¿Por qué David? El rey David de antaño fue el primero, después de Moisés y Josué, que logró la unificación de los corazones de las doce tribus de Israel. Más importante aún, por la línea de David nacería el Mesías. A Jesucristo a menudo lo llamaban, “hijo de David”. Todas estas referencias a un David en los últimos días, que recogería y reinaría sobre Israel, entonces, son alusiones al Mesías.

“Y habitarán en la tierra que di a mi siervo Jacob, en la cual habitaron vuestros padres; en ella habitarán ellos, y sus hijos y los hijos de sus hijos para siempre; y mi siervo David será su príncipe para siempre” (Ezequiel 37:25).

Recogimiento a las tierras prometidas

Así que esta maravillosa promesa se repite, los hijos de Israel serían restaurados a sus tierras prometidas y el Santo de Israel, Jesucristo, sería su Principe y su Rey.

Una de las tierras mencionadas aquí es la tierra de Israel. Pero los dominios de la Tierra Santa “serán demasiado estrechos a causa de los moradores” (Isaías 49:19b). Además, el Señor le daría a José otra tierra escogida, en “los collados eternos … cuyos vástagos se extienden sobre el muro” o los mares, o sea, el continente americano (ver la bendición patriarcal de José en Génesis 49:22–26).

Otros profetas también dan testimonio del recogimiento: “Así ha dicho Jehová de los ejércitos: He aquí, yo salvo a mi pueblo de la tierra del oriente y de la tierra donde se pone el sol; y los traeré, y habitarán en medio de Jerusalén; y serán mi pueblo, y yo seré su Dios en verdad y en justicia” (Zacarías 8:7–8, énfasis añadido).

Son los SUD, los miles de Manasés y los diez miles de Efraín, quienes tendrán la gran bendición y responsabilidad de iniciar el proceso de recoger al resto de las tribus, incluyendo a Judá (Isaías 18 y 66) y traerlos al templo del Señor.

“Y haré con ellos un convenio de paz” (Ezequiel 34:23). La palabra paz [שָׁלוֹם] es interesante. La paz, en hebreo, significa mucho más que el cesar de la guerra. Entre sus significados se incluye la idea de la salvación. Así es que a través del Espíritu Santo podemos estar llenos de calma y paz y gozo, pero eso no es todo, estamos guiados a través de este convenio Abrahánico al camino de la salvación y de la vida eterna. Todo esto si seguimos a nuestro Redentor.

Restauración de la Iglesia y construcción de templos

“Será un convenio sempiterno con ellos; y los estableceré y los multiplicaré” (Ezequiel 37:26b). En los últimos días el Señor establecería su Iglesia por última vez. Nunca volvería a caer, como iglesia, en apostasía. Sería la última dispensación, o la dispensación del cumplimiento de los tiempos. “Y los estableceré y los multiplicaré, y pondré mi santuario entre ellos para siempre. Y estará en medio de ellos mi tabernáculo” (Ezequiel 37:26b–27a).

El Santo de Israel establecería su templo entre la gente para que el Israel convertido y recogido pudiera ser presentado ante Dios en los altares y allí hacer convenios sagrados. Y no sólo un templo, sino que la tierra sería repleta de templos en todos lugares en que hubiera miembros de la Iglesia.

“Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo” (Ezequiel 37:27b). Esta es una doble bendición y una bendición segura (Génesis 41:32) —una que se repite dos veces en estos versículos, como para decir, “Es verdadero, y fiel su interpretación” (Daniel 2:45b).

“Y sabrán las naciones que yo, Jehová, santifico a Israel, cuando esté mi santuario en medio de ellos para siempre [לְעוֹלָם]” (Ezequiel 37:28, énfasis agregado). Una vez más, se menciona la casa del Señor y la promesa de que la Iglesia jamás volvería a caer, לְעֹלָם. Todas las Naciones sabrán que Israel no fue descartado por su Señor.

Recordemos la cita con la que iniciamos: «Cuál fue el objetivo de reunir a los judíos, o al pueblo de Dios en cualquier época del mundo? … El objetivo principal fue construir al Señor una casa por la que él podría revelar a su pueblo las ordenanzas de su casa y las glorias de su reino y enseñar al pueblo el camino a la salvación…  Es por este mismo propósito que Dios reúne a su pueblo en los últimos días, para construir al Señor una casa para prepararlos para las ordenanzas e investiduras, lavados y unciones» José Smith el Profeta, HC 5:422

Valoro mi testimonio de Dios, el Eterno Padre y de su Hijo Amado, Jesús el Cristo, sobre todas las cosas. Es el Libro de Mormón el que me permitió este testimonio. Con el salmista puedo exclamar: “¡Aleluya! Alabad a Jehová, porque él es bueno, porque para siempre (לְעוֹלָם) es su misericordia” (Salmo 106:1). En el próximo artículo compartiré cómo el Libro de Mormón tornó mi corazón hacia Cristo y hacia su Iglesia restaurada.