(NOTA DEL EDITOR: El siguiente corresponde un artículo publicado por el Departamento de Asuntos Públicos de la Iglesia a fines de marzo titulado “In a Game of Total Victory We All Lose” (Donde solo uno gana, todos perdemos) donde se comenta la posición de la Iglesia al abordar legalmente la búsqueda de igualdad tanto para los homosexuales como para quienes profesan una fe).

La igualdad para todos sólo se logra cuando hay equilibro entre la protección de la libertad y la de la no discriminación.

HAN PASADO MESES ya desde que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días pidió públicamente a los legisladores que aprobaran leyes que salvaguardaran la libertad religiosa y, a su vez, extendieran protecciones en vivienda y empleo para personas LGTB.

Seis semanas después de la conferencia de prensa que dio La Iglesia y luego de intensas negociaciones entre varias partes interesadas de la comunidad, la legislatura del Estado de Utah aprobó el inicio a la legislación que persigue esos objetivos.

Los medios de comunicación llamaron rápidamente la legislación como «El compromiso de Utah». Laurie Goodstein del New York Times describió la iniciativa como un «justo medio» entre la libertad religiosa y los derechos homosexuales. The Wall Street Journal en uno de sus titulares mostró: «Utah muestra el camino sobre los derechos gays» mientras que el Washington Post lo describió como un «proyecto de ley histórico«. Otros incluso se refirieron al «milagro de Utah«.

Hubo también algunos que no se mostraron tan entusiasmados y estaban ansiosos de no permitir que el esfuerzo de Utah se viera como modelo para otros estados. Un escritor del Daily Beast señaló que la «penosa» legislación corroe la libertad para todos. Otros se preguntaron si la legislación trae consigo solo la protección a la libertad religiosa de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y para nadie más.

Pero todo esto ofrece una ventana interesante para las negociaciones en la discusión pública. La conferencia de prensa que la Iglesia dio y los proyectos de ley específicos que fueron aprobados son ahora parte del registro público y pueden ser fácilmente examinados, así que no debería haber causa alguna para confusión. Pero más allá de eso, es importante no perder la mira en la idea clave del mensaje de La Iglesia.

El propósito de La Iglesia es promover principios armónicos a fin de fomentar la discusión y acción en legislaturas que reflejen la igualdad para todos. El escritor y periodista Jonathan Rauch, siendo él mismo un promotor de la libertad religiosa y de los derechos para los homosexuales lo entiende claramente: «La manera correcta de leer la declaración mormona es una invitación al diálogo, no una imposición terminante.» Llamando la propuesta de La Iglesia una «rama del olivo», él insiste que «perseguir un equilibrio exitoso es posible. Es más, se ha hecho una y otra vez».

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La corriente de información de nuestra sociedad guía al público a ver los conflictos sólo como una parte de una guerra cultural mayor, una batalla en la que el vencedor se lleva todo, en la que sólo uno tiene la razón y el otro está equivocado, y donde la única respuesta para cualquier pregunta es «sí» o «no». Tal polarización solo endurece nuestros corazones y coarta nuestra razón, la meta de la Iglesia es ayudar a desatar ese nudo. Pero para hacerlo, debe haber buena voluntad por parte de ambos lados. Es un hecho que vivimos en una sociedad pluralista, y que los puntos de vista distintos deben hallar una manera de contender sin buscar vencer al otro. Estos dos buenos enfoques – proteger la consciencia del pueblo religioso y sostener los derechos que las personas LGBT tienen de vivir una vida digna – pueden ser compatibles. La seguridad reside en la reciprocidad.

El equilibrio entre intereses opuestos, sin que se libre una guerra de un absoluto contra el otro, es una forma más segura de vivir la democracia pluralista. Los derechos funcionan mejor cuando se buscan y se comparten por todos. Y ya que todos vivimos, respiramos y nos movemos en el mismo espacio público, no hay otra alternativa aceptable para resolver nuestras diferencias.

Una sociedad en la que todos obtienen lo que quieren no es una democracia, sino una utopía, una palabra que literalmente significa «lo que no existe en ningún lugar». Ya que la iniciativa de la Iglesia obtuvo apoyo desde todos los sectores, resultó en, quizás, el mejor equilibrio en protección del país, no sólo para la fe SUD y las personas LGBT sino para todas las entidades religiosas, pequeñas empresas e individuos. En cuanto los derechos LGBT, las leyes que ofrecen protección en vivienda y empleo que ya estaban dispuestas en algunas localidades llegaron a ser comunes en todo el estado. Y para ambos lados, la libertad de expresión tanto dentro como fuera de los lugares de trabajo está garantizada sin que los trabajadores enfrenten represalias.

A pesar de que la situación de Utah no es necesariamente la misma que en las demás localidades en el país, es importante la forma en la que se aproxima, un reconocimiento de que las personas de distintas opiniones pueden resolver temas juntos con un poco de buena voluntad. Este acercamiento requirió que las organizaciones religiosas se extendieran para proteger ciertos derechos para la gente LGBT, y que los abogados LGBT estuvieran dispuestos a legitimar de la consciencia religiosa. Ambas partes debieron ceder un poco, pero ninguna sacrificó sus creencias o principios. Es hora de que los grupos defensores de los derechos LGBT y los grupos religiosos de la nación hagan lo mismo.

La Iglesia de Jesucristo de  los Santos de los Últimos Días busca terminar con el ciclo del desconfianza. No es un enfoque nacido a partir de una ilusión o de la ingenuidad, sino que es el producto de años de hablar, discutir y escuchar. La tarea fue descrita mejor por el élder D. Todd Christofferson en una visita a la mesa editorial dos días después la conferencia de prensa del 27 de enero: «Francamente, lo que estamos diciendo es que tenemos que hacer el trabajo difícil. No podemos sólo lanzar un eslogan y luego esconder la mano. No basta con eso.»