Nuestra jornada en la tierra tiene dos grandes objetivos: ser probados y aprender a ser felices. Respecto del primer objetivo, el Señor lo ha explicado en los siguientes términos: “y con esto los probaremos, para ver si harán todas las cosas que el Señor su Dios les mandare”[1]. A lo largo de nuestra travesía en esta vida tenemos altos y bajos, periodos de brillante obediencia y diligencia en los que gozamos de la compañía del Espíritu Santo, por un lado, y momentos de orgullo en los que nos aconsejamos a nosotros mismos, desechando la bondadosa palabra de Dios y sufriendo las consecuencias de vivir alejándonos del sendero que conduce a la vida eterna.

De tiempo en tiempo sedemos a la tentación de soltarnos de la barra de hierro. El objetivo de este artículo, el primero de una serie en la que serán tratados diversos mandamientos, es compartir algunos principios y doctrinas que nos pueden animar a continuar perseverando en la obediencia de fe. La pregunta que intentaremos responder –sin pretender dar una respuesta completa y definitiva- es por qué debemos obedecer los mandamientos.

¿Qué significa la palabra obediencia?

La raíz etimológica de la palabra obediencia proviene del latín ob audire, que significa “el que escucha” o “saber escuchar”. Es decir, el llamado a la obediencia es un llamado a escuchar. ¿Qué es lo que debemos escuchar? La respuesta parece ser casi intuitiva: la palabra de Dios. Considerando esto, no es extraño que prácticamente cada sección de Doctrina y Convenios comience con la palabra “escuchar” u “oír”, o uno de sus derivados. El pueblo de Israel recibió el mandamiento de escuchar/obedecer la palabra de Dios en los siguientes términos: “Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltara sobre todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzaran, si oyeres la voz de Jehová tu Dios[2].

¿Por qué debemos escuchar la palabra de Dios?

Hay muchas razones para escuchar/obedecer la palabra de Dios. Sin dudarlo, la más noble de todas es el amor que demostramos al Padre y a Cristo al obedecer los mandamientos y cumplir con los requisitos para que la Expiación tenga plenos efectos en nosotros. Quisiera comentar otros dos motivos adicionales que van de la mano: al obedecer obtenemos mayor libertad y al obedecer hacemos lo que Dios hizo para llegar a la Exaltación.

  1. Escuchar/obedecer la palabra de Dios nos da más libertad.

Uno de los objetivos de la obediencia es otorgarnos mayor libertad. Y este objetivo se convierte también en una poderosa razón para oír la palabra de Dios. El Señor declaró al profeta José Smith lo siguiente: “Yo, Dios el Señor, os hago libres; por consiguiente, sois verdaderamente libres; y la ley también os hace libres”[3].

¿Cómo la obediencia a Dios nos da libertad? Nuestras capacidades personales son limitadas, y nuestro campo de acción se reduce a lo que podemos hacer gracias a estas capacidades. Por lo tanto, si aumentamos nuestras capacidades, también aumentamos consecuentemente nuestro campo de acción. Y al poder hacer más, tenemos más libertad. El élder Tad R. Callister, Presidente de la Escuela Dominical enseñó que la obediencia genera poder, un vínculo vital para la libertad (…). El poder procede de la obediencia. Obtenemos maestría sobre una lengua en la medida que aprendemos y seguimos las reglas de la lingüística. Obtenemos poder sobre los elementos en la medida que obedecemos la leyes de Dios. Es por eso que el Señor dijo sobre el obediente que ´serán dioses, porque tendrán todo poder´. Luego, Él explica cómo obtener este logro:´De cierto, de cierto te digo, a menos que cumpláis mi ley, no podréis alcanzar esta gloria´ (DyC 132:20-21). La obediencia es una de las principales claves para desbloquear el poder de la divinidad, trayendo libertad en plenitud y gran medida. La obediencia no es enemiga de la libertad; por el contrario, es la mejor amiga de la libertad”[4].

Nefi comprendía perfectamente este principio. Al ser tentado por sus pesimistas hermanos, el profeta constructor de barcos declaró: “Si Dios me hubiese mandado hacer todas las cosas, yo podría hacerlas. Si me mandara que dijese a esta agua: Conviértete en tierra, se volvería tierra; y si yo lo dijera, se haría”[5].

Adicionalmente, la obediencia nos da libertad porque nos libera de las cadenas de Satanás.

  1. Al obedecer hacemos lo que Dios hizo para llegar a la Exaltación.

El profeta José Smith enseñó lo siguiente sobre la naturaleza de nuestro Padre Celestial: “¡Dios una vez fue como nosotros ahora; es un hombre glorificado, y está sentado sobre su trono allá en los cielos! (…) En un tiempo [Dios] fue un hombre como nosotros; si, que Dios mismo, el Padre de todos nosotros, habitó sobre una tierra”[6].

Si Dios fue como nosotros somos ahora, hombres y mujeres que viven en un estado de probación, ¿cómo obtuvo la Exaltación? La respuesta es: obedeciendo la ley y los mandamientos. Es por eso que los mandamientos son el listado de cosas que Dios hizo para obtener la Exaltación. Dicho de otra forma, Dios nos ama tanto que nos revela la fórmula para obtener el estado de felicidad eterna que Él goza. En este sentido, el Élder L. Tom Perry enseñó en la Conferencia General de abril de 2013 lo siguiente: “una forma útil de pensar en cuanto a los mandamientos es que son consejos amorosos de un Padre Celestial sabio y omnisciente. Su meta es nuestra felicidad eterna y Sus mandamientos son las instrucciones que nos ha dado para regresar a Él, que es la única manera en la que seremos eternamente felices”[7].

Conclusión

La obediencia es la primera ley de los cielos. Es la llave para abrir las ventanas de los cielos y recibir bendiciones en esta vida y la venidera. Al obedecer, oímos la tierna voz de nuestro Padre Celestial, llamándonos a Su presencia. Al comenzar indicamos que nuestra vida tiene dos grandes objetivos. Al cumplir con éxito el primero –ser probados- podremos alcanzar el segundo, ser felices por pasar la prueba al ser obedientes en todas las cosas.

 [1] Abraham 3:25.

[2] Deuteronomio 28:12. Énfasis agregado por el autor.

[3] Doctrina y Convenios 98:8. Énfasis agregado por el autor.

[4] Callister, Tad. The Infinite Atonement. Deseret Books, páginas 260-261. Traducción libre del autor. Énfasis añadido por el autor.

[5] 1 Nefi 17:50. Énfasis añadido por el autor.

[6] José Smith. Enseñanzas del profeta José Smith, páginas 427-428.

[7] L. Tom Perry. La obediencia a la ley es libertad. Disponible en https://www.lds.org/general-conference/2013/04/obedience-to-law-is-liberty?lang=spa