Una de las críticas más comunes en contra del Libro de Mormón es que no incluye un gran número de las doctrinas características de La Iglesia de Jesucristo de Los Santos de los Últimos Días, pese a que en Doctrina y Convenios se afirme que contiene la ‘plenitud’ del evangelio (Doctrina y Convenios 20:9; 27:5; 42:12; 135:3; comparar con 18:4). Este argumento se basa en la idea de si el Libro de Mormón es verdadero, el Mormonismo no puede serlo, y que si el Mormonismo es verdadero, de forma paradójica, el Libro de Mormón debe ser falso.

Y es que efectivamente el Libro de Mormón no presenta una discusión detallada acerca de la pluralidad de los dioses, el progreso y matrimonio eternos, el bautismo por los muertos, la realidad corpórea de Dios, la creencia de que la creación no se hizo de la nada, como tampoco trata acerca de los tres grados de gloria.

Aunque claro, una cosa es demostrar que un principio no se enseña en un pasaje específico del libro, y otra muy distinta es demostrar la existencia de una contradicción directa del mismo.

¿Qué queremos decir entonces, al declarar que el Libro de Mormón contiene “la plenitud del evangelio”? ¿Se infiere de lo escrito en Doctrina y Convenios que El Libro de Mormón contiene la totalidad de las doctrinas que actualmente se enseñan en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días? ¿Incluye todos los postulados teológicos, la observancia de los ritos, las funciones administrativas, las costumbres y los distintivos culturales, que, en conjunto, componen el Mormonismo? Si eso es a lo que “plenitud” se refiere, el Libro de Mormón se queda corto.

Pero tomemos a modo de ejemplo la doctrina del progreso eterno: El mandamiento de ser perfectos –sin duda alguna, un componente esencial del concepto–, no sólo aparece en la Biblia (Mateo 5:48) sino que también en 3 Nefi 12:48; y la doctrina para ser claramente explicitada en 3 Nefi 28:10:

 “Y por esta causa tendréis plenitud de gozo; y os sentaréis en el reino de mi Padre; sí, vuestro gozo será completo, así como el Padre me ha dado plenitud de gozo; y seréis tal como yo soy, y yo soy tal como el Padre; y el Padre y yo somos uno”.

Tras leer este versículo, puede venir a la mente lo que los matemáticos llaman “la propiedad transitiva de la igualdad”: Si “a” es igual a “b”, y “b” es igual a “c”, entonces “a” es igual a “c”. Por consiguiente, si los discípulos serán como Jesucristo, y Jesucristo es como Su Padre, los discípulos serán como el Padre. Se sentarán en su reino con una plenitud de gozo, y, como el Hijo, serán uno con Él. Es difícil atribuir esta doctrina a algo más que la deificación humana.

Además, algunos versículos después, en 3 Nefi 28:13-16, encontramos lo que fácilmente podría considerarse como una analogía de los rituales de los templos Santos de los Últimos Días, el que toma la forma de un rito de ascensión y que, del mismo modo, involucra la comunicación de temas que no deberían ser enseñados o discutidos de forma pública.

He aquí otra manera de abordar la pregunta de cómo (o si acaso) el Libro de Mormón contiene la “plenitud” del evangelio:

En muchos artículos serios, Noel B. Reynolds (quien en la actualidad sirve como presidente de misión), ha demostrado que la palabra “evangelio” tal como es empleada en el Libro de Mormón, se refiere a los medios por los que una persona viene a Cristo y es salva. En el sentido más básico del Libro de Mormón, la palabra no implica todas las ordenanzas ni todas las doctrinas específicas sostenidas por los Santos de los Últimos Días, sino que en cambio, representa una fórmula de seis puntos que incluye el arrepentimiento, el bautismo, el Espíritu Santo, la fe, el perseverar hasta el fin y la vida eterna. Estas enseñanzas están “plenamente” tratadas en el Libro de Mormón.

Es más, no hay necesidad de que el Libro de Mormón enumere cada una de las doctrinas de los Santos de los Últimos Días porque el registro nefita enseña, en repetidas ocasiones, que una vez que el creyente haya venido a Cristo y recibido el Espíritu Santo, recibirá muchas revelaciones importantes. El Libro de Mormón suele señalar que existen otras doctrinas de las cuales sus autores no están autorizados a escribir o pronunciar. Es así como nos enseña que hay otras doctrinas no contenidas en sus páginas pero adoptadas implícitamente dentro de una vida en acuerdo con el evangelio.

Si todas las doctrinas y prácticas de la Restauración hubieran venido dentro del Libro de Mormón en el año 1830, no habría habido necesidad de Doctrina y Convenios, ni de la Perla de Gran Precio, ni de José Smith y los profetas que le suceden desde 1844.